Cenicienta.

Para la verdadera Cenicienta. Tras ella se cerró la puerta quedamente, como apenada por hacer ruido. Siempre volvía a casa de la misma manera, en silencio. Era parte de las reglas no escritas de su hogar. Un reglamento al cual no comprendía muy bien pero tampoco se atrevía a cuestionar. Quizá su inescrutabilidad se debía a que eran mandamientos provenientes de tiempos antiguos, antes del hombre, antes incluso de Dios. Provenían del caos, de los miedos fundamentales que con el pasar de los siglos fueron adquiriendo forma, tornándose primero en vida y posteriormente en civilización. En la escuela había aprendido eso. La historia del hombre es la historia del miedo. Los primeros seres humanos no se agruparon por fraternidad entre ellos, lo hicieron por miedo a los demás animales; las primeras guerras fueron por miedo a que otro grupo los atacara; las religiones mismas se basan en el miedo a lo desconocido, al más allá, a la muerte. Ese miedo primigenio, estaba segura, anidaba en el espí...