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Venablos de ira, de Ney Antonio Salinas. Chiapas Noir (II)

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  Desde hace décadas nuestro México lindo y querido ha sido víctima de la presencia del crimen organizado. Gracias a la cultura popular, esta modalidad delincuencial se ha asociado con la región norte. Narcocorridos, películas, series, etcétera, han retratado la figura del narcotraficante como parte indivisible del septentrión mexicano, pero la realidad se ha encargado de demostrarnos que esa pérfida semilla germina en todas partes. Desde las calles cubiertas de smog de la Ciudad de México hasta la exuberante frontera sur. Y la violencia asociada a estas bandas criminales ha cambiado para siempre la forma de vida allá donde esta mala hierba florece. Tal circunstancia ha generado que muchos escritores hayan optado por el género negro para reflejar esa espantosa realidad que padecen como una forma de catarsis. En el norte dicha literatura tiene al menos tres décadas de presencia derrochando balas y sangre hechos de papel y tinta, pero el sur, pese a sus añejos problemas de violencia, se

Bagdad Noir. Crímenes en la Ciudad de la Paz

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  Una de las ventajas de la globalización es la posibilidad de conocer otras culturas diferentes a la nuestra. Es así que desde hace varios años podemos disfrutar gastronomía de todo tipo, películas y series de diversas partes del mundo y, desde luego, literatura. Sin embargo, hay una región del mundo con la que por razones culturales y, sobre todo geopolíticas, no hemos tenido tanto contacto. Hablo de Medio Oriente, especialmente Irak. Es por ello que para los latinoamericanos el conocimiento de dicha zona nos llega a través del filtro del norte global (los gringos, pues), dándonos una imagen distorsionada por las filias y fobias de dicho poder hegemónico. Rara vez tenemos la oportunidad de mirar a las naciones árabes desde su propia perspectiva. Un esfuerzo para cambiar esto se dio en 2018 con la publicación de Bagdad Noir , por parte de la editorial neoyorkina Akashic Books, una antología de cuentos de género negro escritos en su mayoría por autores iraquíes (además de un iraní, una

¿Dónde estás, corazón?, de Lorenzo Lunar. La subversión de dos arquetipos del noir.

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  Es indudable que en la actualidad la figura más importante de la literatura cubana fuera de la isla es Leonardo Padura, gracias a grandes a obras como El hombre que amaba a los perros (Tusquets, 2009) y la serie de novela negra protagonizada por Mario Conde. Esta preponderancia del oriundo de La Habana da la sensación de que el género negro en Cuba se limita sólo a él. No obstante, la isla del caribe tiene una considerable tradición en dicha modalidad literaria y un buen ejemplo es el de Lorenzo Lunar, con novelas como ¿Dónde estás, corazón? (Nitro/Press-Artificios, 2018), una obra notable que se atreve a jugar con algunos de los tropos del noir e incluso subvertirlos. La denominada novela negra (también llamada hard-boiled o noir), nace en los años veinte en las revistas de ficción popular o Pulp Fictions , tales como Black Mask o Dime Detective , dentro de las cuales surge la figura del detective duro y violento, que resolvía los casos gracias a los puños, el revólver y una suer

Morir al sur, de Gabriel Velázquez Toledo. Chiapas Noir

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  Cuando hablamos de género negro en México, por regla general pensamos en dos regiones muy concretas del país: la Ciudad de México y la frontera Norte. Incluso hay casos esporádicos de escritores situando sus historias policíacas en otras regiones del centro, como Puebla (Juan Hernández Luna), Morelos (Gerardo H. Porcayo), Michoacán (Víctor Solorio Reyes) o Jalisco (Diego Petersen Farah), sólo por citar un puñado de ejemplos. Sin embargo, cuando se habla de la frontera sur, es decir Chiapas, hasta hace muy poco la literatura noir era prácticamente inexistente. Durante mucho tiempo la única obra destacada era la novela La Mara , de Rafael Ramírez Heredia, escritor originario de Tamaulipas. En los últimos años esto ha cambiado gracias a autores como Ney Antonio Salinas y Gabriel Velázquez Toledo. Gabriel Velázquez Toledo debuta con Morir al sur (Nitro/Press, 2022), novela que en 2020 obtuvo el Premio Nacional de Novela Negra “Una Vuelta de Tuerca”, otorgado por la secretaría de cultura

Litio, de Imanol Caneyada. El pozo de la soledad.

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  Escuché por primera vez sobre Imanol Caneyada por allá de 2010 en el libro de ensayos El norte y su frontera en la narrativa policíaca mexicana (Plaza y Valdés, 2005), donde uno de los compiladores, el Dr. Juan Carlos Ramírez-Pimienta, lo consideraba una de las promesas del revitalizado género negro mexicano que, en ese momento, tenía su epicentro en el norte de México. Un autor nacido en España, pero reconvertido en sonorense por convicción, que irrumpía en el panorama literario mexicano con una fuerza desbordada. Más de una década después los vaticinios del académico se cumplieron y en la actualidad Caneyada es ya una de las voces más importantes de las letras nacionales, al grado que recientemente fue galardonado con el Premio Dashiell Hammett 2023 que otorga La Semana Negra de Gijón , el festival de literatura negra/policíaca más importante en lengua hispana. Y lo recibió gracias a la novela Litio (Planeta, 2022). Una de las más grandes paradojas que vivimos en la actualidad es

Archivo Trastorno, de Alejandro Manzano. Ciencia Ficción chihuahuense.

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  Hablar de ciencia ficción en el contexto mexicano siempre resulta complicado. A pesar de que en la década del noventa hubo una fuerte escena de dicha modalidad literaria y surgieron nombres como los de Gerardo Porcayo o José Luis Zárate (sólo por citar un par de ejemplos destacados), para el gran público ésta es prácticamente inexistente. Sin embargo, en los últimos años han surgido autores jóvenes que se han decantado por este género, tan denostado en las letras nacionales. Un buen ejemplo es el narrador chihuahuense Alejandro Manzano, quien en 2022 publicó su primer libro en el Programa Editorial Chihuahua, del gobierno municipal de la ciudad de Chihuahua. Su libro Archivo Trastorno es una colección de cuentos, pero no en la forma tradicional en como concebimos este tipo de ficción breve. Son relatos bastante experimentales, pero no de la manera que solemos relacionar con dicho término. No hablamos de un uso rebuscado del lenguaje o complicadas estructuras narrativas, sino que apr

Noche de pizza con mi villano, de Daniela L. Guzmán. La fascinación del relato.

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  A todos nos gustan nuestras zonas de confort, ese lugar familiar donde nos sentimos seguros y cómodos, porque la vida suele ser demasiado difícil la mayor parte del tiempo y necesitamos ese espacio al cuál volver después de una jornada especialmente jodida. Pasa en todos los ámbitos, incluida la literatura. Por ello solemos inclinarnos por ciertos autores y géneros y no volteamos a mirar otras cosas que se salen de dicho marco. En mi caso soy un fiel seguidor de la novela policíaca y rara vez abandono dicho sitio, salvo quizá por la literatura, digamos, “oficial”, para usar un término de Alfonso Reyes. En consecuencia, mi paso por otros géneros suele ser muy superficial. Pero vivimos una época extraña y el tiempo libre que se ha ganado con el encierro por la pandemia ha conseguido que uno se sature hasta de sus propios clichés. Por ello cuando me han llegado sugerencias de textos fuera de mis gustos habituales, me he permitido el riesgo. Y es así como he llegado a Noche de pizza co