Venablos de ira, de Ney Antonio Salinas. Chiapas Noir (II)

 


Desde hace décadas nuestro México lindo y querido ha sido víctima de la presencia del crimen organizado. Gracias a la cultura popular, esta modalidad delincuencial se ha asociado con la región norte. Narcocorridos, películas, series, etcétera, han retratado la figura del narcotraficante como parte indivisible del septentrión mexicano, pero la realidad se ha encargado de demostrarnos que esa pérfida semilla germina en todas partes. Desde las calles cubiertas de smog de la Ciudad de México hasta la exuberante frontera sur. Y la violencia asociada a estas bandas criminales ha cambiado para siempre la forma de vida allá donde esta mala hierba florece. Tal circunstancia ha generado que muchos escritores hayan optado por el género negro para reflejar esa espantosa realidad que padecen como una forma de catarsis. En el norte dicha literatura tiene al menos tres décadas de presencia derrochando balas y sangre hechos de papel y tinta, pero el sur, pese a sus añejos problemas de violencia, se había rezagado. Esta situación cambió en años recientes cuando un puñado de autores se propuso demostrar que allá también hay narradores dispuestos a retratar tan terrible realidad. Es el caso de Ney Antonio Salinas y su novela Venablos de ira (2023), su tercer libro perteneciente al género negro.

Esta novela nos narra la historia de la desaparición (y muy seguro asesinato) de Ricardo Alfaro, un empresario de Tuxtla Gutiérrez y miembro del clan Alfaro, conformado por Alberto, también empresario y hermano de la víctima, Orestes, poeta y medio hermano de los dos anteriores, y Manuel, el patriarca de la familia. Éste último, ante el sospechoso proceder del gobierno del estado de Chiapas frente al caso, opta por contratar a Alejandro Ledesma, un ex militar, para que dé con el paradero de su hijo, iniciando así una trama llena de corrupción, intriga y violencia.

Uno de los elementos en que más destaca este libro es a nivel estético. Salinas hace un enorme despliegue de recursos estilísticos, construyendo su novela con una prosa tersa que en más de un momento coquetea con el lirismo. También juega con la estructura de la obra al dividirla en tres partes que cumplen diferentes funciones. La primera es una narración coral de diversos personajes que sirve para establecer una atmósfera, en la que el calor sofocante lo invade todo y se mezcla con la corrupción, la codicia y la violencia. También para explicar la compleja relación de los miembros de la familia Alfaro y plantear el conflicto central que impulsará toda la trama. La segunda se enfoca en personajes más específicos, como Ledesma o Delmiro Ortodoxo (un siniestro funcionario gubernamental). La tercera está centrada en la resolución del conflicto. A lo largo de casi 190 páginas se experimenta con diferentes estilos de narración, que van desde el diario personal hasta relatos de corte onírico, lo que le otorga mayor complejidad estética.

Pese a esta riqueza estilística, el autor no comete el error de otros autores, quienes en su afán de dotar de mayor empaque literario a una obra de género negro descuidan uno de los elementos más importantes: la intriga. En la literatura de corte negro/criminal ésta es uno de los elementos más importantes y se construye planteando una situación que genera incertidumbre en el lector, ocasionando que se enganche y siga leyendo para descubrir cómo se resuelve dicha intriga. En una novela negra tradicional se hace presentando un asesinato en circunstancias misteriosas que debe ser resuelto por un detective. En Venablos de ira, hay una desaparición y posible asesinato que debe ser investigado por el detective improvisado Alejandro Ledesma, pero se diferencia de un relato policíaco más convencional en la forma en que se van presentando las pequeñas dosis de información que funcionan como partes del rompecabezas que se armará al final de la novela. Normalmente, el seguir la investigación del detective es lo que proporciona dichas piezas al lector, pero en el caso del texto de Salinas esto se hace por medio de otros personajes, pues cada vez que el foco se centra en uno de ellos, estos nos entregan pequeñas pistas que al final forman un todo coherente y la investigación de Ledesma sólo la intuimos como algo que ocurre de fondo. Es la misma estructura de siempre, pero presentado de esta forma la hace parecer novedosa, aunque César López Cuadras ya había hecho algo así en La novela inconclusa de Bernardino Casablanca. El único inconveniente de estructurar el relato de esta forma es que cuando el detective explica todo al final parece todo muy abrupto y sacado de la nada, cuando realmente no es así.

En cuanto a los personajes, pese a tener un buen número hay tres que se destacan y que son los mejor perfilados. El primero es el investigador, Alejandro Ledesma, quien es un héroe arquetípico del género negro, al ser un perdedor y un solitario, sumergido en la melancolía por no encajar del todo en el mundo y quien, pese a ello, no ha perdido por completo su sentido del honor. El segundo personaje importante es Delmiro Ortodoxo quien es bastante arquetípico, no del noir sino de la literatura mexicana. Los pasajes que narran su pasado tienen reminiscencias de esa literatura postrevolucionaria, en la que se narra la miseria de las zonas rurales mexicanas. Estos ecos de los anales literarios nacionales alcanzan tanto a Delmiro, quien es el típico personaje surgido desde abajo y que durante la era del partido único se convirtió en un funcionario arribista, inescrupuloso y corrupto, enquistado en la férrea estructura del poder gubernamental; y a Ledesma, quien vive añorando las gestas heroicas tanto de sus antepasados militares como de los caudillos revolucionarios como Villa o Zapata.

El tercer gran personaje de la novela es el propio Chiapas. A través del relato tenemos una serie de estampas que retratan en toda su extensión al estado del sureste mexicano: sus ciudades más importantes (Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas), sus veredas, pueblos y municipios rurales, su exuberante vegetación, sus fiestas tradicionales, su gastronomía, su música (en la que sobresale la presencia de la marimba); pero también sus rincones oscuros, como la corrupción de su clase política y empresarial y su colusión con un incipiente crimen organizado que empezaba a hacer acto de presencia en la región (la novela ocurre en 2006, en los albores de la Guerra contra el Narcotráfico del sexenio de Felipe Calderón), al ser desplazado de sus zonas de influencia tradicionales. Es en este retrato que vemos las semillas que llevaron a Chiapas a su actual situación de violencia.

En conclusión, Venablos de ira de Ney Antonio Salinas es una excelente novela negra, estilísticamente sofisticada, pero que también sabe usar con eficacia las herramientas del género para presentarnos una representación fidedigna del Chiapas contemporáneo, con sus claroscuros, que nos permite quitar el velo de misterio que cubre una región del país de la cual sabemos más bien poco, tanto en el norte como en el centro del país. Quizás los puristas de este tipo de literatura no les termine de gustar su estructura, pero si no tienen problemas con este aspecto se encontrará con una obra sólida, que al igual que la Selva Lacandona, vale la pena explorar.

Comentarios

  1. Felicitaciones por esta reseña sobre la Novela Venablos de Ira de Ney Antonio Salinas. Felicidades! 👏🏻👏🏻👏🏻

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  2. Una gran novela. Compleja pero encantadora. Divertida a ratos, tragica y violenta en otros.

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