Corazón de hielo
Son los años 90’s y las generaciones de esa época estábamos lejos de la sociedad hipermodernista de hoy en día. Éramos una generación de niños que vivíamos educados por la televisión. Ésta era nuestra única fuente de información y cultura (eso de leer periódicos no era lo nuestro). Vivíamos habituados a la sosería (algunos dirán ‘inocencia’) de las ‘caricaturas’ gringas y tempranamente impresionados por la crudeza (para la época) de esa animación venida de oriente (ahora llamada Anime). No obstante, también cargábamos con íconos populares de los que teníamos una vaga idea, como Superman… o Batman. Al primero lo conocíamos por las películas de Christopher Reeve de los 70’s y 80’s; al segundo por ese engendro protagonizado por Adam West y reivindicado por las películas de Tim Burton. Sin embargo, nuestro acercamiento total, definitivo, al hombre murciélago y su mitología provino de un programa de televisión que marcaría a toda una generación, mi generación, de forma indeleble.
Batman: La serie animada, se transmitió por primera vez en el ya lejano 1992 y suscitó todo un fenómeno de público y de crítica. Por primera vez nos encontrábamos con un producto enfocado a los niños, sí, pero con personajes complejamente diseñados. Tanto su protagonista, Batman/ Bruce Wayne; pero especialmente sus villanos. Joker, Pingüino, El acertijo, Catwoman, Cara cortada y un largo etcétera. Pero por sobre cualquiera (incluyendo a los ‘malos’ más emblemáticos) está la figura de Mr. Freeze. Este personaje, hasta entonces un absurdo villano con temática ártica, nos era presentado como un personaje trágico, vacío por completo de emociones, salvo la venganza, por la arrogancia de un supuesto ‘altruista’ que marcaría su vida (y la de los espectadores) para siempre. El episodio Corazón de hielo (Heart of ice) es el más claro ejemplo de lo que este programa ‘para niños’ pretendía lograr.
Compréndase que a los 10 años, acostumbrados a historias simples, de buenos y malos, el encontrarte con un personaje, un villano, ¡un malo!, siendo víctima de un hombre ‘normal’ que lo condena a una vida de desesperanza, fría, sin el amor de su vida sólo por ahorrarse dinero, fue simplemente impactante. Por primera vez en nuestras jóvenes vidas sentimos mayor empatía por el enemigo del héroe y deseamos desde lo más profundo de nuestro corazón que triunfe en su venganza, que castigue al maldito que lo condenó a ese infierno congelado y que Batman, por una vez, no sea ese cruzado infalible de siempre. Pero no sucede así. Batman logra frustrar la misión vengadora de Mr. Freeze y aunque logra traer ‘justicia’ para con ese monstruo de saco elegante, de sangre caliente y corazón de hielo, nosotros, los espectadores de aquel drama nos quedamos con una ligera sensación de incomodidad. Es la incomodidad de saber que los límites del bien y el mal no son tan claros como nos habían dicho hasta entonces.
Por ello es que la figura de Mr. Freeze de este universo animado no es un villano, sino un personaje al que no le quedan las etiquetas de bueno o malo, sencillamente porque, si bien es alguien que eligió el camino de la violencia que tal vez nadie (o casi nadie) apruebe, resulta inevitable entenderlo. En otras palabras, es un personaje humano, porque su tragedia, (la pérdida del amor), es una tragedia cotidiana, y por lo tanto, propensa de pasarnos a cualquiera y haría falta ser demasiado cara dura como para afirmar que ninguno reaccionaríamos ante ella de forma violenta. Este Mr. Freeze vino ante nosotros para recordarnos que el lado más oscuro, terrible y frío proviene de nuestros sentimientos más cálidos, pero también nos legó la terrible consciencia de que los peores males del mundo no provienen necesariamente de hombres violentos, sino que pueden venir también de personas supuestamente respetables pero con corazón de hielo.
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