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Mostrando entradas de 2010

La influencia cinematográfica en Cowboy Bebop

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Soy un vaquero a la antigua. Spike Spiegel. En el caso de Cowboy Bebop resulta muy clara su intertextualidad musical, por el título del mismo, por los nombres de sus episodios y al hecho de que éstos se llamen sessions como se nombra a las tocadas de jazz. Sin embargo, es curioso como casi nadie hace alusión a su otra línea intertextual que resulta tan evidente: la cinematográfica. Es ésta la que le otorga esa curiosa ambientación futurista con elementos arcaicos. Las principales influencias provienen del estilo de cine norteamericano más representativo: el western y el film noir . No obstante, al ser un producto asiático incluye su iconografía cinematográfica propia al incorporar elementos del cine de artes marciales y las películas de samuráis; además de varios guiños a la ciencia ficción,  lo que consigue un curioso pero estimulante sincretismo. Este sincretismo entre el cine norteamericano y el cine asiático tiene su punto de intersección en el héroe (o héroes, en este cas

Adieu

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Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Pablo Neruda No sé dar un adiós definitivo y comienzo a sospechar que realmente no existe tal cosa. No existe el ostracismo para los sentimientos, para el dolor, para la nostalgia irracional de algo que fue y no fue. No existe nada de eso… ¡Pinche madre! ¡Con lo que me caga el nihilismo! Sólo existes tú, absurda e irreal. Existes porque yo digo que lo haces. Mis palabras te crean, te definen, te dan cuerpo: a veces de sirena, a veces de cuervo, otras de Moira… Pero sólo eres tú, ordinaria, simple… y lo odio. Porque el saberte corpórea, gris como cualquier ser no mitiga el dolor, ni le da sentido. Es Teseo sin el hilo de Ariadna. No sé dar un adiós definitivo… Sólo me queda dar adioses a medias. Palabras  que a fuerza de repetición te drenen. Hemorragia verbal que me desintoxique de versos de Neruda, de letras de Sabina y de mujeres victorianas… Y entonces la única palabra que sabré decir será… Adieu.

De carne y acero

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Como un hijo de los años ochenta crecí con varios filmes que a la postre se convertirían en iconos de la cultura pop, tales como Rambo , Terminator , Duro de Matar , Arma Mortal , Depredador , y un largo etcétera. Olvidándome de esnobismos sobre la calidad “artística” (o falta de ella), sobre este tipo de cine hay que señalar que en algunos casos gracias a su estatus de clásicos del cine comercial y a su inmensa popularidad, se les ha menospreciado aún cuando algunos de ellos poseen características por las que merecerían una revaloración crítica más allá de su calidad técnica. Este es el caso de Robocop (Paul Verhoven, 1987), película de ciencia ficción que merecía un aprecio artístico mayor que el que merecen filmes del mismo género muy sobrevalorados, como Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Mientras ésta última es una artificiosa mezcla de cine negro con ambiente futurista, cuyo mayor mérito consiste en su sorprendente (aún en nuestros días) despliegue visual, su contenido aunq

Boleto ferroviario

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Ahora resulta que estoy… (risas) gordo, que se me está pasando el tren, en resumen: que ya me case. Y yo digo: “¡Ah, chingao! ¿De cuando acá la vida es un viaje en tren? ¿Y si lo es que alguien me diga dónde está la estación? Porque siempre he tenido la impresión de que más bien es como un viaje en autobús (y de los baratos) por lo incómodo, azaroso y desagradable que es a veces (muchas veces), y por el hecho de que no te puedes bajar cuando quieras”. Pero ya hablando en serio, ¿es tan difícil entender que no me interesa una casa con jardín, tener un perro, hijos y una esposa? “—Pero es muy feo estar solo” —diría mi madre. Y respondería: Es más feo estar solo con una persona que es poco más que tu criada (o patrona, según sea el caso), sólo por seguir un convencionalismo. Por ello prefiero dejar ir el tren e ir andando por la vida. Se ve mejor el paisaje.

Cuento de hadas

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Érase una vez, en un reino muy, muy lejano... Una bella princesa se encontraba cautiva en la torre más alta de un castillo ubicado en la región más remota del reino. Era custodiada por un fiero y aterrador dragón. Durante años, muchos valientes caballeros intentaron rescatarla, pero invariablemente todos perecían a manos de la gran bestia guardiana. Por eso la princesa siempre se encontraba triste, añorando a un valiente guerrero que pudiera salvarla y le enseñara lo que es el verdadero amor... Un día, apareció un joven príncipe, famoso por su galanura y su destreza con la espada. A sus oídos habían llegado noticias de la princesa cautiva, por lo que su hambre de amor y aventuras se avivaron y rápidamente emprendió el viaje en busca de la damisela en apuros. Una vez frente a la prisión lo único que lo separaba de la princesa era el dragón. Fue una batalla épica de la cual hablaron los trovadores durante generaciones. El dragón luchó como nunca pero al final terminó vencido por l

La adicción de un detective

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Alguna vez un profesor que tuve en la universidad me dijo que un texto comienza cuando el autor coloca el punto final al mismo, cuando cae en manos de los lectores y estos se encargan de (re)construirlo a su gusto según sus propias experiencias y vivencias. Ni que decir cuando dichas obras, y sobretodo, sus personajes caen en manos directores y productores de cine. Muchos son los personajes literarios cuyas andanzas cinematográficas son igual o mayores en celuloide que en su original en papel: Drácula, Tarzán, los tres Mosqueteros, y en especial Sherlock Holmes, aquel detective alto y enjuto, de nariz aguileña, mirada aguda e inteligencia extraordinaria; bohemio, misántropo, y... drogadicto . Justamente después de ver nuevamente la película de Sherlock Holme s (2010) de Warner Bros., sobre el mítico detective (encarnado por Robert Downey Jr.), recordé una polémica que surgió a raíz de esta “actualización” del personaje creado por Conan Doyle. Hay muchas, digamos, discrepancias entre