El mito del murciélago

Los años 80’s es muy probablemente la época crucial del cómic norteamericano. Sin bien es cierto que su madurez venía ya iniciada desde finales de los 70’s, sería a mediados de la citada década que lograría su cota más alta. Aunque quizá The Watchmen sea la punta de lanza de este nuevo periodo de autoconsciencia artística en las historias de superhéroes por encima de los resultados comerciales, no deja de ser una deconstrucción del mismo y una crítica tanto a la sociedad de la época como al medio mismo del que se vale, y por tanto, busca más el final de la figura superheroica antes que contribuir a su mito (algo parecido a lo que Cervantes hizo con el Quijote y las novelas de caballería). En consecuencia, debemos buscar en otro ícono de la época ese gran cómic de superhéroes y lo encontramos en el The Dark Knight Returns de Frank Miller. En esta historia, Miller construye la figura de un Batman decadente que busca la reivindicación como héroe épico, de un marcado cariz anárquico alejado de todo concepto políticamente correcto. El cómic al fin ha dejado atrás la inocencia de la niñez y se ha vuelto adulto.

Además de estos eventos que cimbraron los cómics de superhéroes, 1986 la editorial DC puso en marcha un mega crossover de todas sus series con la intención de terminar con el caos de continuidad acumulado tras cincuenta años de historietas. Este suceso conocido como Crisis en las Tierras Infinitas puso fin a las múltiples líneas temporales y ocasionó que todos los héroes de la compañía iniciaran de cero. Entre ellos Batman. El elegido para narrar este nuevo inicio del personaje fue el mismo que poco tiempo atrás había escrito el posible final del mismo: Frank Miller.

Esta historia fue conocida bajo el título de Batman Año Uno (Batman Year One). Lo curioso de esta novela gráfica, como se les conoce actualmente, es que no sólo narra el origen del hombre murciélago sino además el de un personaje secundario que adquiere gran protagonismo: el teniente, luego comisionado, James Gordon. Así, asistimos no sólo al inicio de la historia del superhéroe sino también al comienzo de toda su mitología, lo que incluye a la misma Gotham City.

Para conseguir esta reinvención del mito del murciélago Miller regresa a sus orígenes como cómic pulp: historias baratas de gánsteres y policías, muy en boga en los años treinta debido al ascenso del crimen organizado gracias a la ley seca, y que dio origen a personajes oscuros como Dick Tracey, La Sombra y el propio Batman. De esta manera el tono y desarrollo de la historia se aleja del estilo superheroico y se encamina por la senda de la novela negra, al estilo de Raymond Chandler. Su atmósfera es opresiva, oscura, decadente. Gotham es una ciudad sin esperanza, no muy diferente del Poisonville  de Cosecha roja, de Dashiell Hammett, copada por una autoridad corrupta aliada con el crimen organizado, en la que los ricos se mantienen indiferentes mientras no afecten sus privilegios y las clases desfavorecidas asisten impotentes a esta bacanal por el poder. Esta tierra de nadie necesita un salvador y está a punto de obtenerlo.

Desde los primeros diálogos del cómic, con una voz en Off tanto de Gordon como de Bruce Wayne, Miller nos muestra su planteamiento:

Gordon: “Ciudad Gótica. Quizá sea lo que merezco. Quizá sea mi temporada en el infierno. Llevo doce horas en este tren y mi estómago se halla vacío desde hace cinco. Bárbara tomó el avión… No debía llegar por el tren. Desde el cielo sólo se ven calles y edificios. Parece una ciudad civilizada.”

Bruce: “Desde aquí se ven los techos. El trabajo de hombres que hace mucho murieron. Todo parece un gran logro. Debí tomar el tren. Así estaría cerca… Y podría ver al enemigo.”

Gordon: “Bárbara ya debió recibir sus pruebas. Y muy a mi pesar, deseo que sean negativas. Este no es lugar para tener una familia.”

Con estos pequeños pincelazos Miller construye la atmósfera oscura mencionada líneas arriba, pero al mismo tiempo nos indica el lugar que ocuparán los coprotagonistas. Por un lado, Bruce Wayne llega desde el cielo, observando Gotham desde la altura, lo que nos indica su condición de paria, distante de esa ciudad que pretende salvar, pese a ser la culpable de robarle su inocencia y su humanidad, encaminándolo hacia su vida como ángel vengador. Por el otro, tenemos a James Gordon, que llega por tierra, en tren, impregnado de olores rancios, de suciedad. Él no está alejado de ese mundo, está inmerso en él, pero también es un paria por ser un hombre íntegro ante una corrupción que lo arropa todo. Es el clásico héroe negro, el eterno perdedor cuya única virtud es la terquedad, el mantenerse coherente y fiel a las convicciones aunque no tenga sentido.

Terriblemente humano, a diferencia de un novato y torpe Batman, sí, pero totalmente enfocado en su cruzada, Gordon duda constantemente, agobiado por la soledad de ser el único policía honesto en la ciudad y de una esposa que no lo comprende. Por ello no puede evitar engañarla con una compañera que le proporciona un poco de paz en medio de esa vorágine de locura que es Gotham City.

Es aquí donde radica la grandeza e importancia de esta historia. La construcción de Frank Miller de esa ciudad tenebrosa y horrible (ensayo, sin duda alguna, de su futura Ciudad del pecado), donde los políticos no son esos torpes pero bonachones hombres, ni los policías ineficientes pero honrados de los cómics tradicionales, sino una auténtica bandada de buitres buscando sobrevivir sobre los cadáveres de cualquiera más débil que ellos, hace verosímil, necesaria, la presencia de un ser como Batman. Y James Gordon, en su lucha para crear un lugar mejor para su familia, nos recuerda porque es importante esa cruzada del encapotado, que de otra forma resultaría absurda. Es decir, no nos queda claro si Superman es realmente necesario en Metrópolis, una ciudad limpia, brillante, modelo de la civilización occidental. En la ominosa Gotham ni duda cabe que Batman debe estar ahí, luchando tanto contra crimen violento como contra el de escritorio.

Batman Año Uno marcó un hito en la historia del cómic de superhéroes, lo que posteriormente daría pie a numerosos “Años Uno”, de otros superhéroes, pero ninguno logró estar a la altura del original. Además, por necesidades comerciales muchos de los personajes de DC se han visto obligados a modificar sus respectivos orígenes para adaptarse a los cambios de los nuevos tiempos, la novela de Frank Miller, en cambio, se mantiene incólume como origen definitivo, inalterable, del más grande mito del cómic americano: el mito del murciélago.

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