Curiosidades (1): “La muerte empieza en Polanco” de Jomí García Ascot.



Si se echa una ojeada a los estantes de las librerías y, si se es más concienzudo, a los catálogos de las editoriales (grandes y pequeñas), se notará de inmediato que el género negro/policial vive un gran momento en México. Autores como Francisco Haghenbeck, Bernardo Fernández Bef, Imanol Caneyada, Hilario Peña, Iván Farías, Iris García Cuevas, Verónica Llaca, Norma Yamile Cuéllar, Omar Delgado, José Salvador Ruiz, entre varios otros que ahora mismo se me escapan, acompañados de los clásicos como Rafael Bernal, Paco Ignacio Taibo II, Rafael Ramírez Heredia, Juan Hernández Luna, Gabriel Trujillo Muñoz y Élmer Mendoza, engrosan la legión de escritores que dan vitalidad a este tipo de narrativa. No obstante, paralelamente a estos últimos autores ya consagrados, se escribieron obras que quizá por diferentes motivos no lograron trascendencia, pese a su interés (como es el caso de la obra que hoy nos ocupa), en el fino arte de los muertos de papel. 

La muerte empieza en Polanco (Diana, 1987) es obra de Jomí García Ascot, cuya mayor celebridad parece provenir de la dedicatoria que Gabriel García Márquez le hizo en Cien Años de Soledad. No obstante fue un personaje multifacético: poeta, ensayista, cineasta, crítico de arte y publicista. Además fue merecedor del Premio Xavier Villaurrutia en 1984. Murió en 1986 (lo cual quizá explica en parte porque su novela, publicada póstumamente un año después, no recibió mayor difusión).

En este libro nos encontramos con Martín Mesa, crítico de cine freelance y detective privado de tiempo completo. Mesa se gana la vida investigando principalmente casos de adulterios y estafas. Un buen día aparece por su despacho un hombre extranjero quien lo contrata para un trabajo aparentemente sencillo: allanar un domicilio en busca de unos documentos comprometedores robados de la embajada norteamericana. Pero como suele ocurrir la situación pronto se le sale de las manos y el detective mexicano se ve envuelto en una oscura trama de espionaje internacional. Estamos ante un thriller con todas las de la ley en donde el protagonista debe hacer uso de todos sus recursos para sobrevivir. 

El argumento es quizá el elemento más fuerte de La muerte empieza en Polanco, pues sin mucho esfuerzo el autor logra construir una historia interesante, coherente, llena de acción y de un ritmo vertiginoso que mantiene al lector atrapado hasta la última página. Maneja una prosa precisa y directa salpimentada con dosis de humor que sirven de contrapeso a la acción. La Ciudad de México es un escenario inmejorable para un historia de este tipo, a la cual García Ascot retrata con mimo, no obstante nunca logra erigirse como un auténtico personaje, cómo si ocurre en otras novelas (las de Taibo II, por ejemplo). Por otro lado, el punto débil de la novela son sus personajes. El protagonista, Martín Mesa, si bien consigue caernos simpático es poco memorable, ya que el autor cae en el cliché muy propio de la literatura mexicana de darle una faceta “intelectaloide” que no encaja del todo con el aspecto de héroe de novela negra. Su compañera, Romi, pintora de profesión, tampoco destaca más allá de su doble papel de comparsa de aventuras e interés romántico. De los antagonistas tampoco hay mucho qué decir, más allá de que no pasan del tópico más básico. 

Pese a todo, La muerte empieza en Polanco es una muy buena novela negra que si bien no tiene los suficientes méritos para ser considerado un clásico del género en México, merecería mayor difusión y reconocimiento por parte de los lectores nacionales. Es una novela entretenidísima y eso no es poco en cualquier obra de género.

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