Hannah Wolfe (1): Marcas de nacimiento: El mito de la maternidad

 


Descubrí la saga de la detective Hannah Wolfe hace más de una década, en la veintena de mi vida y me enganchó desde la primera página. Fue amor a primera lectura. Quizás porque venía de autores más lejanos en el tiempo como Conan Doyle, Agatha Christie, Dashiell Hammett o Raymond Chandler, una novela más contemporánea resultó refrescante para mí. Leer toda la trilogía no hizo más que afianzar ese amor por el personaje. Pero la nostalgia es una amante traicionera y al volver a enfrentarme a la lectura de la primera novela de la saga detectivesca creada por la autora británica Sarah Dunant, temí que no fuera tan buena como recordaba. ¿Mis temores eran fundados?

El planteamiento inicial es bastante clásico: Hannah Wolfe es una detective privada algo corta de dinero que vive en el Londres de principios de los años noventa y acepta el aparentemente fácil encargo de una anciana de buscar a su hija adoptiva, una bailarina de ballet de gran talento y poca suerte. Como es costumbre en el género, al avanzar la trama ésta se va complicando y volviendo más sórdida, pero no de la manera tradicional. Algunas críticas a la novela que he leído consideran el argumento como su punto más flojo, por ser poco interesante o confuso. En mi opinión el problema es que no plantea la investigación de grandes crímenes, como la delincuencia organizada, terrorismo o asesinos seriales. Más bien explora temas menos comunes y que no necesariamente relacionaríamos con una novela noir, como son los vientres de alquiler o la maternidad. Además, añade cierto toque desmitificador del género, como cuando la autora recurre al clásico cliché en el cual la protagonista pide a un taxista que siga otro automóvil y en medio de la persecución se acuerda del taxímetro y empieza a sudar frío porque quizá no le alcance el dinero para pagar el viaje. Y para darle algo de sazón incluye varios guiños al género, en especial a Chandler, quien es su principal y más evidente influencia.

Pero sin duda el pilar del libro es su protagonista, la carismática Hannah Wolfe. Una mujer treintañera, sarcástica, inteligente e idealista. Tras estudiar una licenciatura en francés trabajó como traductora en la CEE (Comunidad Económica Europea, antecedente de la Unión Europea), pero lo dejó por cuestiones ideológicas. Después de andar dando tumbos por la vida respondió a un anuncio donde solicitaban algo así como una secretaria y que resultó la agencia de investigaciones de Frank Confort. Éste ex policía terminó enseñándole el oficio de detective y tras trabajar un tiempo con él, se independizó. Aunque de vez en cuando la subcontrata para casos que él no puede o no quiere atender.

Hoy en día, Hannah no resulta un personaje tan original: una mujer fuerte, inteligente y más o menos feminista, pero en los noventa era toda una rareza. Además, es alguien sensible, vulnerable y que no teme pedir ayuda cuando la situación la supera. Resulta un contrapunto interesante al más grande cliché del género negro: el del detective duro que se basta a sí mismo. Aunque todo lo anterior no implica que Hannah no sea tan profesional como Philip Marlowe o cualquier otro colega literario.

En cuanto a los secundarios se refiere, destacan dos: su ex jefe, Frank Confort y su hermana Kate Wolfe. El primero representa el arquetipo del detective clásico del noir. Es un tipo duro, inteligente y respetado por las fuerzas oficiales de la ley. Un profesional hecho y derecho, que trata a Hannah como una hija rebelde y que, como ex agente del sistema, desconfía de las ideas progresistas de su pupila. No obstante, es un tipo leal siempre dispuesto a apoyarla. En otra novela, él sería el protagonista. Por otro lado, tenemos a Kate Wolfe, quien es otro opuesto de Hannah. Ella representa el ideal de la mujer tradicional: una esposa abnegada y buena madre, quien abandonó una carrera profesional para formar una familia. Es un personaje interesante porque evita los facilismos y no demoniza a las mujeres que eligen ser madres y amas de casa, pues te muestra tanto los aspectos negativos como positivos de dicho rol. Y cuyo contraste sirve para resaltar los defectos y virtudes de la protagonista, quien funge como representación de la mujer moderna. La fuerte relación fraternal entre ambas, además, manda el mensaje de que ambos extremos no tienen que ser necesariamente antagónicos.

Pero si hay un tema central en la novela este sería el de la maternidad. Y como otros aspectos del libro, este se presenta con un espíritu desmitificador, pues trata de deconstruir la romantización de la maternidad. Es por ello que ésta es representada desde diversos puntos de vista a través de diferentes personajes.

La primera perspectiva es la de la maternidad deseada. Esto se simboliza en los personajes de Kate Wolfe y la señorita Patrick, la madre adoptiva de Carolyn Hamilton (la joven desaparecida). A través de Kate descubrimos cómo incluso ella, quien es una madre que ama profundamente a sus hijos, en ciertos momentos se siente asfixiada por tal responsabilidad y envidia la libertad de la soltería de su hermana. La señorita Patrick (una ex bailarina que tuvo que abandonar su carrera para cuidar de su padre), aparentemente salva a una niña talentosa de una familia que no aprecia su potencial; pero la realidad es que su hija adoptiva sólo es un instrumento que utiliza para realizar a través de ella sus sueños frustrados de juventud y tal presión termina por conducir a su protegida por una senda de autodestrucción al no cumplir las expectativas de su madre.

La segunda perspectiva es la de la maternidad no deseada. Es representada por la madre biológica de Carolyn Hamilton, quien contrario al cliché de la madre tradicional, no parece poseer ese amor incondicional y da la impresión de percibir a su hija más como una carga que como una persona. Esto se evidencia en el hecho de que, a pesar de vivir en una zona rural, es una mujer casada y de la cual no se puede decir que no posea los medios para al menos mantener a su hija. Aun así, ella y su esposo aceptaron sin mucho reparo la propuesta de la señorita Patrick de quedarse con la pequeña Carolyn y no mostraron mucho interés por ella después de entregarla. A final de cuentas, tenía otra hija.

Por otro lado, también están las mujeres que alquilan sus vientres. Aquí entramos en una velada crítica al capitalismo y en cómo es capaz de convertir a la maternidad en una mercancía si existe alguien con el suficiente dinero para pagar por ella. Eso por una parte. Por la otra está el aprovecharse de las carencias económicas de muchas mujeres para utilizarlas como incubadoras humanas.

Pero volviendo a la pregunta que me hice en el primer párrafo: ¿es tan buena esta novela como la recordaba? La respuesta es que es incluso mejor. Cuando la leí hace años, no tenía la experiencia suficiente como lector y como persona para captar muchos de sus temas y virtudes formales. Ahora que poseo más o menos la misma edad que la protagonista, veo reflejada en ella muchas de mis propias preocupaciones sobre la vida, sobre las relaciones e incluso sobre el aspecto laboral. Me parece una gran novela que funciona a muchos niveles y que no ha envejecido casi nada y que, en consecuencia, está más vigente que nunca. Altamente recomendada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Top 10 de detectives literarios clásicos

Top 10 de detectives mexicanos de ficción (Remastered)

Código Negro. Claves para entender la narrativa policial