Curiosidades (10): La fiera de piel pintada, de Edmundo Domínguez Aragonés.
Uno de los sucesos históricos que más definieron la
segunda mitad del siglo XX fue la llamada Guerra
fría, un conflicto ideológico entre el bloque capitalista (Estados Unidos y
Europa occidental) y el bloque comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
De éste surgieron varios enfrentamientos armados como los de Vietnam,
Afganistán y las guerrillas latinoamericanas acompañadas de varios golpes de
estado. No obstante, si por algo se recuerda a este periodo es por su batalla
propagandística que se manifestó en toda clase de expresiones culturales: desde
las artes plásticas hasta el cine y, por supuesto, la literatura. Es en este
contexto que surge un género popular derivado de la novela negra conocido como Thriller. A diferencia del policíaco
tradicional, el enigma prácticamente desaparece; otro tanto ocurre con la
representación crítica del mundo propia del noir.
Estas características son reemplazadas por una mayor acción, erotismo y
violencia. Además, el protagonista deja de ser un genio hiperracional o un
detective duro y atormentado, para convertirse un en súper hombre invulnerable,
mujeriego y patriota, que se enfrenta en solitario a una gran conspiración instigada
desde detrás del telón de acero. El mundo deja de ser gris y ahora se divide
entre blanco y rojo. La figura literaria más importante y arquetípica surgida
de este contexto es el súper espía inglés James Bond. Con el tiempo el thriller
evolucionaría como género, adaptándose a los nuevos tiempos y diversificando
sus temas más allá del espionaje.
No obstante, en México el thriller de espionaje ha
sido poco prolijo entre los autores de policíaco más inclinados al noir, debido
a su marcada faceta como literatura social y política. Pese a todo, hay uno que
otro ejemplo, siendo el más conocido La
cabeza de la hidra de Carlos Fuentes, aunque no destaque por su calidad.
Por otro lado, El complot mongol de
Rafael Bernal y La muerte empieza en
Polanco de Jomí García Ascot, son novelas noir que coquetean con el
thriller de espionaje. A esta lista se debe añadir el texto analizado en esta
ocasión: La fiera de piel pintada, de
Edmundo Domínguez Aragonés.
La fiera de piel pintada (Plaza & Janés, 1986) comienza con el brutal
asesinato de Jessi, una hermosa bailarina cuya carrera apenas estaba alcanzando
altos vuelos. La víctima sostenía un tórrido romance a dos bandas con Erika,
una decoradora de interiores, y Palacios, un rico empresario. A la par que la
policía, la investigación del crimen es realizada por un investigador privado
llamado Salvatierra. Conforme más se adentre en el caso, el investigador irá
destapando una oscura conspiración de tintes internaciones que involucran a
posibles operativos comunistas, el Pentágono y la CIA.
Con una sinopsis así da la impresión de ser una historia
algo tópica pero no es así. La novela juega todo el tiempo con las expectativas
del lector, empezando por el hecho de que sabemos desde la primera página quién
asesinó a Jessi: su amante Erika. Es desde la perspectiva de este personaje que
da comienzo la narración y a través de ella conocemos a la víctima y a su
entorno inmediato. En este punto el libro da la apariencia de ser un policíaco
psicológico en el que la tensión va en aumento conforme vemos como Erika intenta
no ser descubierta como autora del crimen, pero de pronto cambiamos de
perspectiva y ahora se centra en Salvatierra, el detective al que se le encarga
el esclarecimiento del asesinato, por lo que ahora parece que la historia se
volverá un juego del gato y el ratón entre el investigador y la asesina. Pero
la aparición (o más bien desaparición) de un documento secreto detrás del cual
están agentes extranjeros (posiblemente comunistas), la CIA y el propio
Salvatierra muestran la verdadera cara de thriller del texto. Estos giros de
tuerca consiguen que el interés por el argumento no decaiga, en especial el
último, pues el desconocer el contenido del documento hasta casi el final te mantiene
enganchado a la lectura.
Los personajes son interesantes y están bien
perfilados, aunque quizá les hizo falta algo de desarrollo. Jessi es el
arquetipo de la femme fatal, una
mujer hermosa pero perversa que sólo siembra miseria en las personas a su
alrededor. Es un ser ambicioso que codicia todo: dinero, éxito profesional y
sexo. En contraposición tenemos a Erika, una persona más bien gris que se deja
arrollar por la fuerte personalidad de Jessi, conduciéndola a una espiral de
degradación que culmina con el asesinato de ésta última. Lo interesante con
este personaje es que adopta un rol que en otras novelas es llevado a cabo por
un hombre. Es el arquetipo del perdedor que conoce a una mujer fatal que lo
corrompe y lo conduce a la destrucción (un buen ejemplo es Frank, el
protagonista de El cartero siempre llama
dos veces, de James M. Cain). Por otra parte, Salvatierra, aunque es un
héroe tópico en el género policíaco en general, en el caso específico de la
literatura mexicana es un una rara avis,
pues abundan los improvisados, los protagonistas que son arrastrados por las
circunstancias y que muchas veces no logran estar a la altura de las mismas.
Pero Salvatierra es un profesional, un agente tan competente que es capaz de
medirse con sus pares de las súper potencias extranjeras y salir victorioso
gracias a su astucia e ingenio. El resto de los personajes no son tan
interesantes y se limitan a cumplir su función dentro de la trama.
En cuanto a sus fallos podemos señalar que posee una
prosa minimalista que es funcional, pero sin destacar tampoco. Su mayor defecto
es su desbalance, pues tiene un arranque muy potente y aunque recurre a varios
recursos para mantener la tensión y el interés, no lo consigue por completo y
al final la novela pierde potencia.
En conclusión, La fiera de piel pintada es una buena novela, cuya propuesta debió resultar novedosa para su época (por algo fue ganadora del primer, y único, premio de novela policíaca de la editorial Plaza & Janés en 1986) y que demuestra que puede haber otro tipo de novelas policíacas en México. Además de ser un documento interesante de una época pasada, por lo cual tampoco debería perderse en el olvido.
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