Curiosidades (9): Crimen sin faltas de ortografía, de Malú Huacuja.
El género policíaco ha recorrido un largo camino desde
que surgiera de la pluma de Edgar Allan Poe con el relato Los crímenes de la calle Morgue, publicado en 1841, hasta la
actualidad. Esto trajo como consecuencia la existencia de un buen número de
variantes, tales como el Thriller o
el Procedimental, pero sin duda las
más importantes son la Novela-problema
o detectivesca, centrada en el crimen planteado como un intrincado enigma a
resolver por medio del método deductivo; y el Noir, centrada en los efectos sociales y políticos del crimen.
Aunque de ambas variantes existen ejemplos en la literatura mexicana, sin duda
es el noir la que prevalece sobre cualquier otra variación. No obstante, hay un
puñado de ejemplos de novela-problema “a la mexicana”, de las cuales Crimen sin faltas de ortografía, de Malú Huacuja, es una de las más notables a este respecto.
Crimen sin faltas de
ortografía (Plaza &
Janés, 1986), narra las peripecias del matrimonio conformado por Alonso y
Fabiola, quienes por asares del destino terminan involucrados en la
investigación del asesinato de Ignacio Sepulcro Barragán, connotado escritor y
profesor universitario. El interés de Fabiola por resolver el caso se debe a
que alberga la secreta ambición de alcanzar la fama escribiendo una novela
sobre el suceso y Alonso, en un principio, sólo le sigue la corriente a su
esposa, para después pasar a convertirse en una obsesión personal.
Este libro tiene varios puntos interesantes. En primer
lugar, está su narrador. Aunque pueda parecer para los lectores más despistados
que la novela alterna entre la primera y la tercera persona, en realidad
siempre es primera persona. Esto se debe a que quien cuenta la historia es un
narrador-personaje, que se centra más en los protagonistas (Alonso y Fabiola),
que en él mismo, por lo cual es común que inserte comentarios en los cuales nos
adelanta sucesos o menciona personajes que aún no son conocidos, contribuyendo
a generar confusión en el lector. Algunos toman esto como un error, pero es
totalmente deliberado. Recordemos que esta es una novela-problema, en la cual
lo más importante es mantener el enigma y por lo mismo el recurso principal de
los autores de este tipo de obras es la distracción. Por ello es que hay
numerosos sospechosos y pistas falsas, pero en el caso de la novela de Huacuja
también la forma en como está narrada contribuye a construir el enigma. Al
principio te menciona a un montón de personajes y situaciones con poco o nulo
de contexto, lo que desorienta bastante. Incluso resulta difícil saber en
primera instancia quién o quiénes son los protagonistas de la historia. Además,
ningún personaje es lo que parece (ni siquiera Alonso y Fabiola), ya todos
mienten constantemente o dicen medias verdades, en el mejor de los casos. La
omisión de información (tanto de narrador como de los personajes), es otro
recurso constante en el libro que acentúa el enigma. Al final, cuando se
resuelve el misterio, descubrimos que se trata de un puzzle muy bien armado que
deja varios cabos sueltos, totalmente a propósito, para otorgarle cierta
verosimilitud a un tipo de novela policíaca que siempre ha cargado con el
estigma de ser muy artificiosa.
Otro aspecto interesante es su contexto. La víctima es
un escritor y catedrático, el cual es presentado como un hombre corrupto que se
vale de su prestigio como artista para obtener toda clase de beneficios, desde
económicos hasta carnales. Tiene un séquito de alumnos que son los típicos
parásitos sin talento que se pegan a una eminencia para obtener alguna prebenda
con base en la adulación o sirviendo de lacayos de éste. Es un retrato
descarnado del mundo intelectual, antecedente de obras como El miedo a los animales, de Enrique
Serna, aunque sin la amplitud y profundidad de ésta, pero sí con la misma mala
leche. No muestra mucho, pero sugiere bastante.
Además, posee un rasgo extraño en la novela-problema: la crítica social. Un ejemplo claro es el personaje del comandante Acevedo, el judicial encargado del caso, quien encarcela a la empleada doméstica de la víctima como presunta culpable de su asesinato cuando resulta evidente que es inocente (además de pedir dinero para realizar una investigación en forma a uno de los amigos del interfecto). Los turbios manejos de Sepulcro como funcionario público y la protección que recibía de un ‘padrino’ en un puesto importante en el gobierno, capaz incluso de silenciar a la prensa para evitar el escándalo. Tampoco se ahonda demasiado en ello, pero es una muestra clara de la impunidad que reinaba en la época y que no ha cambiado nada en la actualidad.
Los personajes también están bien perfilados. Son
ambiguos, con aspectos positivos y negativos que le dan una dimensión humana
poco frecuente en la novela-problema, donde proliferan los tópicos. Incluso los
protagonistas no están motivados por razones nobles, como el afán de justicia,
sino por la búsqueda fama o simple obsesión. De todos ellos, el más interesante
es sin duda la víctima: Sepulcro Barragán. Se le describe con un tipo
inteligente, carismático y con un sentido del humor bastante cruel. Un
observador agudo de las flaquezas humanas, las cuales utiliza para manipular a
todos a su alrededor y conseguir una admiración incondicional de la cual
aprovecharse.
No le encuentro muchos fallos. Quizás el hecho de que
no posee una prosa sobresaliente. Es sencilla, pero efectiva. Otra quizás sea
que se le nota mucho la influencia del cine en su forma de narrar, pero sin
haberla asimilado completamente al lenguaje literario, dando como resultado algunas
construcciones verbales extrañas.
En conclusión, Crimen sin faltas de ortografía, de Malú Huacuja, es una novela notable y un clásico del género policíaco nacional en toda regla, que aunque posee cierto reconocimiento de la crítica merecería mayor difusión y una reedición tampoco le caería mal. Altamente recomendada.
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