Serie negra (III): Petirrojo, de Jo Nesbø




El Thriller es un sub-género de la literatura policiaca que nació a mediados del siglo XX, hijo de la paranoia de la Guerra Fría, en la que valientes agentes de los servicios secretos occidentales (EE.UU., Inglaterra, Francia), luchaban contra las malvadas conspiraciones provenientes del otro lado del Telón de Acero y los países de Europa Oriental. Es así como asistimos al nacimiento de personajes que se volverían auténticos iconos de la cultura popular, como sucedería con James Bond, el agente 007 creado por el escritor Ian Fleming. Debido a la situación política de aquellos años en la cual existía un constante temor a una confrontación entre las dos superpotencias de aquellos años (Estados Unidos y la Unión Soviética) mantenía en vilo a la población mundial, las historias de espías narradas en los thrillers  se volvieron una literatura de consumo masivo. Conforme pasaron los años y la Guerra Fría fue perdiendo importancia los argumentos de los thrillers fueron cambiando paulatinamente (ahora los villanos eran asesinos seriales, terroristas o grandes corporaciones), aunque su estructura narrativa (un héroe que se enfrenta en solitario a una gran conspiración) se mantiene hasta nuestro tiempo. Aunque este tipo de obras se producen en todo el mundo, las más conocidas son casi siempre las de autores norteamericanos (como Dan Brown, por citar un ejemplo reciente). Por lo mismo pronto se volvió un género anquilosado y predecible. Sin embargo, en este mar de tedio de tantos productos industriales hay ocasionalmente islas de calidad que hacen que el menosprecio hacia el género no sea siempre justificado. Este es el caso de Jo Nesbø y su serie del inspector Harry Hole.
            Petirrojo (Noruega, 2000), inicia con la visita del presidente de Estados Unidos a Noruega y en la que el protagonista, Harry Hole, hiere accidentalmente a un agente del servicio secreto americano.  Tras este hecho y para evitar poner en entredicho a las fuerzas de seguridad en Noruega, es asignado al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y ascendido a comisario en donde inicia una investigación sobre tráfico de armas y su posible vínculo con un atentado terrorista. Paralelamente se nos narra las vicisitudes de un grupo de soldados noruegos que lucharon en frente oriental contra el ejército rojo a favor de la Alemania Nazi en 1944. Historia que tendrá serias repercusiones en la investigación de Hole.
            Esta obra tiene varios elementos que si bien son comunes en este tipo de novelas, son utilizados de forma muy inteligente para mantener la tensión usando únicamente el suspense y sin necesidad de recurrir a muchos episodios de acción violenta (como tiroteos o persecuciones). Para empezar, su protagonista, el inspector (luego comisario) Harry Hole es un personaje lleno de matices. Quizá en varios aspectos es un poco cliché: es un policía honesto, alcohólico y de esos que se desvive por la búsqueda de la justicia. No obstante su convencionalismo, la caracterización psicológica que hace el autor consigue un aire de autenticidad apabullante que logra hacerlo creíble, alcanzando de paso una gran empatía con el lector. Se diferencia de otros detectives de novela policial en que es, en general, un tipo bastante ordinario. Es listo pero no posee una agudeza sobresaliente, ni es un experto tirador, ni  luchador cuerpo a cuerpo, ni especialmente culto. Simplemente es un investigador criminal eficiente, dedicado y con buena memoria para los datos estadísticos sobre delitos.
            Formalmente la novela es bastante interesante. Por necesidades propias del género no posee una narrativa demasiado elaborada (aunque la construcción de atmósferas está muy bien lograda), pero utiliza otros recursos literarios de forma muy inteligente. El que destaca más es sin duda el flashback. Este es un recurso usado en el género desde sus inicios (un buen ejemplo son los relatos largos de Arthur Conan Doyle como Estudio en escarlata, El signo de los cuatro o El valle del terror), sin embargo en Petirrojo cumplen una función más allá de lo explicativo como ocurre con los libros del creador de Sherlock Holmes. Son usados como herramienta narrativa para ir complicando la trama y potenciando el suspense y la tensión, logrando además sorprender al lector con giros realmente originales (que en un género tan trillado son un logro notable).
            Novela bastante recomendable para cualquier amante de la literatura policial, que nos muestra que con talento se pueden seguir haciendo obras de gran calidad a pesar de la inmensa cantidad de productos existentes. Además pone a Noruega en el mapa de la ese grupo de autores nórdicos que están revitalizando el género en Europa.

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