Crimen de color oscuro. La tercera vía.

 


A pesar de que no lo parezca, en México la narrativa policíaca existe desde más o menos mediados de los años 40. En ese entonces, los principales autores fueron Antonio Helú, María Elvira Bermúdez, Rafael Bernal y Enrique F. Gual. Estos cuatro escritores cultivaron lo que se conoce como policíaco de enigma. No sería hasta 1969, año en el cual se publicó El complot mongol, del ya citado Rafael Bernal, que nació la novela negra mexicana. La estela dejada por esta obra sería seguida por autores como Paco Ignacio Taibo II o Rafael Ramírez Heredia, para posteriormente surgir varios cultivadores más a partir de los años 90, y de ahí poco a poco ir en aumento hasta llegar al boom que se vive actualmente dicha literatura. Sin embargo, por el camino hubo algunas obras aisladas (algunas bastante notables), que no consiguieron el mismo reconocimiento que las ya consideradas como clásicos. Este es el caso de Crimen de color oscuro, de Ana María Maqueo.

 El libro nos narra la historia del asesinato de Laura, hija del cacique Enrique Bermúdez, en el puerto de Veracruz en los años 80. El caso es asignado al Capitán Roberto Alatorre, agente de la Policía Judicial del Estado, quien debe esclarecer dicho crimen, que se halla envuelto en toda clase de circunstancias turbias. Esta novela es una rareza en la narrativa policíaca nacional. Existen dos líneas muy marcadas del género que se han seguido en México: la narrativa de enigma, que se practicó en el país en los 40 y 50; y la novela negra que surgió a finales de los sesenta y que han cultivado la gran mayoría de los autores hasta la actualidad. No obstante, hay una tercera vía que ha tenido casi nula acogida en México y que podría considerarse un punto medio entre las dos variantes anteriormente citadas. Se trata de la línea trazada por el autor belga George Simenon.

La literatura de enigma es el modelo en la que existe un detective con capacidades de observación y deducción prodigiosa, el cual, con su gran poder de razonamiento logra resolver los crímenes más misteriosos. En la novela negra (también llamada hard-boiled), en cambio, el detective deja de ser ese súper genio y se vuelve un tipo duro, listo, un profesional que trabaja para ganarse la vida y no como un pasatiempo intelectual. Eso claro, cuando hay detective, pues lo realmente importante de la novela negra no es desenmascarar a un delincuente, sino a una sociedad corrupta y terriblemente desigual, que es la verdadera culpable de los crímenes que ocurren en el mundo. Tanto en la primera como en la segunda variante, la figura del policía es un elemento secundario, un competidor o directamente un elemento antagónico, pero jamás un protagonista. En por ello que considero que Simenon es un punto intermedio. Sus novelas policíacas son protagonizadas por el Comisario Jules Maigret. Este personaje es un tipo bastante corriente, con matrimonio feliz, quien desempeña su labor como funcionario público con diligencia, basándose en el trabajo policial rutinario mezclado con una aguda intuición; bastante lejos de la hiperracionalidad de un Sherlock Holmes o los métodos más directos (y violentos) de Sam Spade o Philip Marlowe. El entorno que plantea es bastante veraz y no un mero escenario como en el policíaco de enigma, pero tampoco se profundiza en los grandes problemas sociales, o en todo caso, son más sugeridos que explícitos.

A esta línea pertenece el protagonista de Crimen de color oscuro, el Capitán Alatorre. El judicial, sociólogo de formación y casado con dos hijos, es un funcionario que busca hacer su trabajo de la mejor y más profesional forma posible. Al igual que Maigret, le fastidia tener que lidiar con el politiqueo que hay alrededor de su trabajo y prefiere mantenerse al margen. Es un tipo reflexivo, que busca poco a poco y con paciencia pequeñas piezas de información hasta tener una visión completa del caso. Jamás recurre a métodos brutales, como la tortura, y no busca resolver el caso a toda prisa sino encontrar la verdad detrás del mismo; aprecia a sus subordinados y éstos, a su vez, lo respetan. Es quizás es el único policía honesto del país. Se siente incómodo tratando con las clases altas, a quienes no considera personas reales, pues viven en un mundo aparte, lejos de la realidad cotidiana de la gente corriente. En resumen, no se parece a otros detectives de la literatura mexicana, como Amando H. Zozaya, Teódulo Batanes, Filiberto García, Héctor Belascoarán Shayne o Edgar “Zurdo” Mendieta.

Literariamente hablando, su rasgo más destacado es la capacidad de concreción de la novela. En apenas 150 páginas, por medio de pequeñas pinceladas, logra plasmar con precisión a la sociedad veracruzana de mediados de los años ochenta. Un Veracruz dominado por la corrupción, en el cual las altas esferas políticas se mezclan con los grandes caciques que pueden dominar regiones enteras cual señores feudales, haciendo y deshaciendo a su capricho, todo envuelto bajo la siniestra sombra del narcotráfico. El personaje de Enrique Bermúdez es quien representa todos estos males. Aunque busca mostrar al mundo una cara de exitoso empresario, a sus espaldas todos murmuran sobre su caciquismo, su impunidad a la hora de destruir a sus competidores por medios de dudosa legalidad y de sus vínculos con el tráfico de drogas. Por lo cual, la opinión pública no se sorprende del asesinato de su hija y lo considera una consecuencia de sus supuestas actividades ilícitas. Esto muestra la doble moral de la sociedad veracruzana (que representa a la sociedad mexicana en general), en la que la gente “notable” lo alaba en público y lo repudia en privado por su condición de nuevo rico y delincuente, a pesar de beneficiarse de sus actividades. Quizás lo más terrible del panorama mostrado por su autora es que no ha cambiado nada desde entonces.

En conclusión, Crimen de color oscuro, de Ana María Maqueo, es una grandísima novela por méritos propios y debe ser considerada como un gran clásico del género policíaco en México. Por fortuna, recientemente fue reeditada por la editorial independiente Nitro/Press, con lo que tiene otra oportunidad de encontrar nuevos lectores y recibir el lugar que merece en los anales de las letras nacionales.

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