Detectives mexicanos poco conocidos del siglo XX

 


Algo que ocurre continuamente en la historia de Literatura es que siempre hay nombres que por muy diversos factores sobresalen sobre otros y son los que se quedan en la memoria de los lectores. Esto ocurre tanto con los autores como con los personajes creados por éstos. Por ello es que aún en estos días seguimos teniendo presente a personajes como Sherlock Holmes, Hércules Poirot, Jules Maigret, Sam Spade o Philip Marlowe. En el caso de las letras nacionales también hay nombres ilustres como Filiberto García, Héctor Belascoarán Shayne o Edgar “Zurdo” Mendieta, entre otros.  Pero como siempre ocurre, hay otros que no consiguen el mismo reconocimiento y se pierden en las librerías de viejo o en la memoria de sus escasos lectores. Pero para eso están ociosos como yo que nos gusta hablar de lo que a nadie le interesa nada más porque no tenemos nada mejor que hacer. A continuación, una lista de detectives literarios mexicanos poco conocidos (a pesar de ser creaciones, en algunos casos, de escritores con cierto reconocimiento), protagonistas de libros del siglo XX.

 

María Elena Morán (María Elvira Bermúdez)

Esposa del diputado federal Bruno Morán, a simple vista parece una simple ama de casa. Sin embargo, detrás de esta cara amable se encuentra una mente aguda y perspicaz. Tiene la curiosa costumbre de identificar a las personas con objetos. Su método se basa en analizar la psicología del crimen para así identificar al culpable. Al principio resuelve crímenes con los que se topa de forma incidental y gracias a ello gana cierta notoriedad, por lo cual, posteriormente es consultada para resolver algún caso enigmático. Es considerada la primera detective femenina de la literatura latinoamericana.

Obras en las que aparece: Muerte a la zaga y Detente, sombra.

 


Teódulo Batanes (Rafael Bernal)

Antes de la doctora Temperance Brennan, de la serie Bones, ya existió otro antropólogo que luchaba contra el crimen: Teódulo Batanes, personaje creado por Rafael Bernal, autor también de El complot mongol. Empleado del Museo de México, trabaja en la excavación y estudio de piezas arqueológicas prehispánicas y tiene la curiosa manía de hablar doble, es decir, usando sinónimos para decir una sola cosa. Sin embargo, detrás de su apariencia de inofensivo erudito miope, se esconde un sagaz observador al que no escapa detalle alguno y con gran poder de deducción. Ha sido despedido tres veces de su empleo “por meterse a averiguar cosas que nadie lo ha llamado a averiguar, como el robo de las mascarillas de oro y el asesinato del experto en cerámica maya”.

Obras en las que aparece: Tres novelas policíacas y Un muerto en la tumba.

 


Capitán Roberto Alatorre (Ana María Maqueo)

Agente de la Policía Judicial de Veracruz, es toda una anomalía dentro de la literatura policíaca nacional. A pesar de pertenecer a una institución famosa por su brutalidad, ineficiencia y corrupción, Alatorre destaca por su profesionalidad, inteligencia y honestidad. Estudió sociología y por ello nadie entiende porqué se metió a policía, ni siquiera él mismo.  Es un tipo calmado, reflexivo, que lleva sus investigaciones poco a poco, sin prisa, pero con tenacidad, hasta dar con la verdad. A diferencia de los lobos solitarios típicos del género, él está felizmente casado, tiene dos hijos y lleva una vida conyugal sin sobresaltos. No está interesado en la política, más bien le fastidia tener que lidiar con ella, pues la considera un obstáculo para su labor como agente de la ley.

Obras en las que aparece: Crimen de color oscuro y Amelia Palomino.

 


Martín Mesa (Jomí García Ascot)

Martín Mesa trabaja como detective privado, su oficina se encuentra en Polanco y su domicilio en la Condesa. Se encarga principalmente de casos de adulterio y estafa. Aunque su verdadera pasión es el cine, al cual contribuye como crítico freelance, una actividad de la que no puede vivir por lo mal pagada que está. Estudió Letras y como la vida académica no le atraía en absoluto, terminó trabajando en una agencia de publicidad como muchos de sus compañeros, pero acabó por cansarse de dicho trabajo. Debido a su gusto por el cine y la novela negra, optó por una carrera en la investigación privada. Es tipo profesional, lo cual le ha hecho ganar buena reputación en su medio. No es un tipo duro como Sam Spade o Philip Marlowe, sino más bien una persona ordinaria que trata de ganarse la vida de la forma más honrada posible. No obstante, es un hombre valiente y astuto cuando se enfrenta al peligro.

Obras en las que aparece: La muerte empieza en Polanco.

 


Arquímedes Baroja Cipactonal (José Huerta)

Profesor de Psicología en la UNAM e investigador académico. Es un hombre con gran poder de observación y deducción, tal y como dictan los cánones de los detectives literarios clásicos, poseedor de una vasta cultura. Esto se combina con una mente imaginativa que le permite ver las cosas desde una perspectiva no convencional y de esta manera lograr desentrañar intrincados misterios, tanto académicos como criminales.

Obras en las que aparece: Accidente premeditado.

 


Juan Caballero Urrutia (Juan García Ordoño)

Se gana la vida como detective privado en la Ciudad de México. Hijo de un policía, estudió en el colegio militar pero no siguió el camino de las armas. Bebe más de lo recomendable, siempre Chivas Regal. Suele mostrar una imagen ruda, cínica, de detective duro de cine negro. No obstante, en el fondo es un romántico, pero consciente del país de mierda en el que le tocó vivir. No tiene amigos cercanos, pues según él, su profesión no se lleva con este tipo de relaciones humanas. Aunque es un tipo listo, debe gran parte de su éxito como investigador a su red de contactos: ya sean los cantineros y parroquianos de La flor de Guadiana (su cantina predilecta), así como los dueños de un exclusivo restaurante llamado El Calestín Loco; sin olvidar a periodistas y, por supuesto, policías (algunos por lo menos, porque otros son sus enemigos jurados). No suele pensar demasiado en el futuro y se dedica a vivir el momento.

Obras en las que aparece: Tres crímenes y algo más, Apariencias engañosas y De Madrid al cielo.

 


Francisco Reyes Ibáñez (Francisco José Amparán)

Francisco Reyes Ibáñez es catedrático del ITESM Campus Laguna. Es un tipo inteligente, con gran capacidad de análisis y deducción. Gracias a ello ha sido capaz de resolver, en sus ratos libres (y a veces también en horas laborales), los más intricados casos policíacos ocurridos en la ciudad de Torreón. Esto le ha dado cierta fama como detective, por ello es común que acudan a él para investigar algún caso misterioso. Aunque en parte realiza esta actividad alterna por vanidad intelectual, en general lo mueve el deseo de justicia. Por ello, lucha incasablemente por enderezar cualquier entuerto que se cruce en su camino.

Obras en las que aparece: Algunos crímenes norteños y Otras caras del paraíso.

 


Pablo Mistral (Orlando Ortiz)

De oficio periodista y casado con Toña. Es un tipo inteligente, imaginativo, observador y con gran poder de deducción. Cuando aún trabajaba para un importante diario de la Ciudad de México tenía la ambición de ser corresponsal en el extranjero. Por tal motivo, realizó una investigación sobre las actividades del Mossad (la agencia de inteligencia israelí) en el país. Pero cuando la presentó al periódico, no sólo no publicaron el reportaje, sino que incluso fue despedido. A partir de ahí se convirtió en un apestado en el medio. En consecuencia, tuvo que exiliarse a Gatos Pardos, una pequeña ciudad del golfo mexicano, para trabajar en un diario local llamado el Cursor Azteca. Al cubrir la fuente policíaca, rápidamente traba amistad con Juan Cabrales Aquilino, el corrupto jefe de la Policía Municipal y con el compadre de éste, Cernícalo González, agente del Ministerio Público. Como cabría esperar en tan ilustres funcionarios públicos, resultan unos completos ineptos y es gracias a la ayuda de Mistral que logran resolver varios casos. Esto lo diferencia de otros detectives mexicanos modernos, quienes tienen una relación con la autoridad, digamos, bastante más conflictiva. Pero Mistral, al llegar a Gatos Pardos en una situación económica bastante precaria (tiene una esposa y un hijo recién nacido a los cuales mantener), debe alinearse con el sistema y hasta cierto punto ser cómplice, pues acepta un “bono de ayuda solidaria”, para suavizar las notas sobre el accionar de la policía. Aunque con ello trata de justificarse por adoptar aquella postura pragmática, lo cierto es que en fondo es un romántico a quién le conflictúa su situación. En este sentido, es sin duda el más humano de los detectives de esta lista.

Obras en las que aparece: Una muerte muy saludable.

 


Conrad Sánchez (Arturo Trejo Villafuerte)

Conrad Sánchez es detective privado en el ex Distrito Federal. Desde joven quería dedicarse a la poesía. Sin embargo, en su adolescencia, durante unas vacaciones en Estados Unidos, se puso una borrachera monumental junto a sus primos y en medio de ésta terminó enlistándose en el ejército gabacho para ir a pelear en la infame guerra de Vietnam. Duró seis meses en aquel infierno del Sudeste Asiático donde a duras penas logró sobrevivir. A su regreso vagó de un empleo a otro hasta que terminó en la legendaria Agencia de Detectives Pinkerton. Ahí permaneció un buen rato y aprendió el oficio. Pero la nostalgia por su país le hizo regresar a su tierra natal, instalándose definitivamente en la Ciudad de México donde abrió su propio despacho de investigación privada. Es un tipo inteligente, gran lector de poesía y novela policíaca, además de amigo de un montón de escritores, periodistas y académicos; nostálgico, bebedor compulsivo a un paso del alcoholismo y con claros indicios de un trastorno de estrés postraumático a causa de la guerra (el cual se manifiesta en pesadillas recurrentes sobre el conflicto bélico). Es un profesional tan reputado que incluso fue contratado para investigar el asesinato del periodista Manuel Buendía, aunque luego dejó el caso cuando su cliente se “echó para atrás”. A diferencia de otros detectives literarios mexicanos, es bastante diestro con las armas y no le tiembla el pulso a la hora de usarlas. Un auténtico tipo duro.

Obras en las que aparece: Lámpara sin luz.



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