Hannah Wolfe (3): Bajo mi piel: El precio de la belleza

 


Todos hemos escuchado el viejo lugar común de que la belleza está en nuestro interior. No obstante, es indudable que la belleza exterior es importante en la vida real y que las personas atractivas juegan con ventaja respecto a las menos agraciadas. Es por ello que existe toda una industria dedicada a explotar ese anhelo de belleza que existe en la sociedad, sin importar las consecuencias que puedan traer para las personas. ¿Pero alguna vez cuestionamos el por qué estamos presionados para ser lo más atractivo posible, especialmente las mujeres? Sarah Dunant lo hace en la novela Bajo mi piel, tercera y última entrega de la serie de la detective Hannah Wolfe.

En esta historia, la investigadora privada Hannah Wolfe es contratada por la empresaria Olivia Marchant para que investigue una serie de sabotajes a un centro de salud femenina; los cuales van desde cubrir de pintura el cuerpo de una clienta, llenar de peces muertos un jacuzzi, hasta colocar clavos en un cepillo para masajes. La propietaria teme que tales acciones arruinen su negocio, por lo cual pide la ayuda de la detective para atrapar al responsable. Es por ello que Hannah se infiltra en la clínica fingiendo ser una clienta. Es así como si interna en el sinuoso mundo de la industria de la belleza y las cirugías estéticas, mostrándonos su más oscura faceta.

Como ocurría en las novelas anteriores, Dunant opta por una temática que se sale de los lugares comunes de la novela policíaca y le sirve de vehículo para cuestionar el porqué de la existencia de la industria de la belleza. A lo largo de novela desfilan varios personajes que intentan mantener el aspecto joven, y por lo tanto atractivo, valiéndose de toda clase de tratamientos cosméticos e incluso cirugías plásticas. Y aunque uno de ellos es hombre, el resto son todas mujeres. Una clara crítica a que el sexo femenino recibe mayor presión para mantener un buen aspecto. Esto se evidencia, por ejemplo, en un comentario de Hannah en el cual menciona que en las mujeres las canas son señal de envejecimiento y en los hombres de “distinción”. Dicha presión puede afectarlas de diversas formas, ocasionando frustración por no alcanzar los estándares de belleza o incluso ansiedad por el temor a no acceder a ciertos puestos de trabajo, o perderlos, por no ser lo suficientemente hermosas. La conclusión a la que llega el libro es que la industria de la belleza en realidad existe, no para satisfacer las necesidades de salud o de realización femenina, sino una demanda de consumo masculina, pues los cuerpos femeninos son vistos como una mera mercancía que pueden “arreglarse” para convertirse en productos más atractivos para los hombres.

Otro aspecto interesante es una sub trama que involucra a la hermana de la protagonista, Kate, la cual sufre una crisis matrimonial debido a la sospecha de que su esposo le es infiel. No tiene relación directa con la trama central, pero se hace un cuestionamiento interesante sobre la masculinidad tradicional que va más allá de una simple crítica al machismo. Colin, el marido, no engaña a su esposa. Sólo está pasando por un fuerte conflicto personal debido a que su negocio está atravesando por fuertes problemas financieros. Dicha situación lo hace sentir que está fracasando como proveedor y por lo tanto como hombre, al no cumplir su rol dentro del matrimonio. Oculta todo esto a su mujer porque sabe que ella trataría apoyarlo buscando un empleo, lo que sólo acentuaría su frustración. La supuesta “aventura”, en realidad resulta ser una terapeuta que le ayuda a lidiar con sus conflictos. Algo así tal vez no llame la atención hoy en día e incluso resulte absurdo, pero hay que señalar que esta novela es de 1995, época en la que abordar estos temas no era la norma y la idea de la terapia no era bien vista entre los hombres, pues era tomado como síntoma de debilidad. Es una crítica a cómo los hombres también pueden llegar a ser víctimas del machismo. En ese sentido, es un acercamiento bastante atrevido para su tiempo.

Como obra policíaca en sí, resulta en una mejora respecto a la segunda novela, Conflicto explosivo, cuya trama se volvía algo rebuscada por momentos. Bajo mi piel resulta más clásica, pues en cierto punto de la investigación cambia por una de asesinato. Sin embargo, el aspecto satírico muy presente en la primera novela, Marcas de nacimiento, se ha diluido casi por completo, lo cual le resta bastante originalidad. Este defecto se potencializa con un giro de tuerca final que resulta bastante predecible. Pese a ello, es una novela policíaca competente que se sostiene con todo y los fallos señalados, gracias en gran medida a su carismática protagonista. Hannah Wolfe continúa siendo una protagonista entrañable, con su lengua afilada, su actitud desafiante y, al mismo tiempo, con esa faceta vulnerable que la convierte en un personaje muy humano.

En conclusión, Bajo mi piel es un cierre digno de las aventuras de la detective Hannah Wolfe. Su enfoque feminista, que no era común en la década de 1990, le da una frescura a esta trilogía que se mantiene aún al día de hoy, pues aborda temas que los hombres sencillamente no traen a la mesa dentro del género negro. Es una pena que la autora no continuara con esta serie, pues claramente Hannah tenía aún mucho por dar.

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